sábado, 28 de marzo de 2009

Iron Maiden en Lima - ESTADIO NACIONAL 260309

“Esta es la primera vez que venimos a tocar a Lima. Se lo prometemos, no-será-la-última”. Bruce Dickinson, segundo y más celebrado vocalista de Iron Maiden llevó adelante un concierto que en lo que resta del año será mirado como la vara alta que sentó el estándar del heavy metal en el Perú. Disculpennos, Megadeth. Una lástima Anthrax, Helloween, Kreator, Napalm Death. Incluso con el respeto que se merecen patriarcas como Deep Purple, que también pasaron por el Perú ultimamente, Iron Maiden no solo destruyó Lima sino que hizo el mejor concierto de heavy metal que se haya hecho jamás en este país. Esta sería una noche de testosterona, y el polo negro de Iron Maiden con la mascota Eddie en cualquiera de sus encarnaciones era el uniforme oficial. ¿Cuándo, dónde se podría haber usado esta camiseta con mejor propiedad? Presentes entre el público estaba el sobrio funcionario de la embajada de España convertido en un energúmeno del metal con una cerveza en mano, el respetado empresario de transportes y familia completa con el uniforme negro, incluso personajes tan disímiles como la modelo Patty Wong o representantes de bandas lejanas en estilo como Líbido o Mar de Copas también fueron vistos entre el público. Y nunca fue tan preciso dedicarse a policía, bombero, vendedor de gaseosas, polos, cerveza o hamburguesas. Incluso personal de seguridad VIP. Estabas presente en un concierto como este, no podías sino sentirte agradecido. El hándicap principal que tuvo nuestra fecha de la gira "Somewhere Back In Time" fue la ausencia de piroctenia para acompañar las canciones. Estuvieron disponibles seis lanzallamas (gracias por esta corrección) pero solo en los temas de cierre. La causa fue un problema de aduanas . “Pero no necesitamos pirotecnia cuando tenemos 30 mil fans llenos de energía con nosotros”, arengó Dickinson deslizando una disculpa. La energía y conexión sería la clave del primer encuentro de Iron Maiden y el Perú. Treinta mil personas es una cifra difícil de creer pero cierta.



En realidad, fueron 32 mil entradas vendidas según diversas fuentes, aunque se esperaba vender 40,000. Cosas de traer tanto grupo grande en periodos de tiempo tan estrechos. Igual, no se necesitan más pruebas: con buena promoción y buenas bandas, hay público para el heavy metal. Volviendo al tema de los polos, el stock de camisetas de Iron Maiden disponibles en esta parte del continente debe haberse reducido en un 95%. Lauren Harris, hija del bajista fundador de los Irons, Steve Harris, presentó un show bastante ligero luego de los nacionales M.A.S.A.C.R.E. -según quienes vieron a ambos, confieso que no alcancé a los primeros. Sorprende que Lauren se presente con la formación de una banda bastante mínima, batería, bajo y una guitarra. Sus canciones, de un hard rock popero, tienen gran intención pero poca fuerza y no terminan de cerrar redondas. Escuchar lo que trajo para ofrecer fue un acto más de respeto al padre que a un real interés en su trabajo, el álbum debut "Calm Before The Storm". “Aces High”. Esta es una banda que se resiste al nuevo estándar de usar gigantescas pantallas digitales en escena y persiste en colgar fondos corredizos con el arte clásico de sus mejores discos como escenografía. Ambientado como las ruinas de un templo egipcio, el escenario tenía graderías ideales para lucir las virtudes escénicas de Dickinson, quien adopta diferentes vestuarios según la canción. Los fans lo saben bien: la sola presencia de Dickinson es uno de los pilares de Iron Maiden. “Run To The Hills”. El otro pilar es su voz. Ahora viene un tema “especial”, como nos lo anuncia Dickinson, ya que no suelen tocarlo a menudo: se trata de “Children of the Damned”, del álbum The Number of the Beast. Steve Harris debe asistir al mismo gimnasio que Dickison. Ambos se corretean por el escenario manteniendo a fuego vivo a las masas. “Phantom of The Opera”. Hay algo extraño a ambos flancos del escenario. Dave Murray, por la izquierda, tiene una pobre presencia escénica, bailoteando con pasitos de lado a lado. Por la derecha, Janick Gers sorprende con gestos bastante amanerados. Adrian Smith, el tercer guitarrista, es de los tres el que más sólido se presenta.
“Iron Maiden”. Un gigantesco Eddie mecánico hace su ingreso, idéntico a la portada de "Somewhere In Time" (1986). Hay un hombre en su interior controlándolo, no hay duda. ¿Por qué no lo dejan más tiempo en escena? “Hallowed Be Thy Name”. El estadio no se ve lleno pero se ve con los miles de almas necesarias. El calor en las filas delanteras, convertidas en un amasijo de sudor y desvarío extasiado, es asfixiante. “The Number of the Beast”. Luces en rojo, fuego a los costados. No habrá pirotecnia, pero esto estuvo bueno. Dickinson se quita la gorra y la obsequia al público. Nicko McBrain abandona el opulento armatoste que tiene por batería y regala preciadas baquetas. Los guitarristas y Harris mismo se quitan las muñequeras y las arrojan a la multitud. Un tema más de regalo, y el ritual está completo.
Un periodista peruano escribió hace poco que cuando era adolescente y las chicas no le hacían caso, tenía tres cosas para sentirse mejor: la chela, la paja, y Maiden. ¿Qué haces cuando una mala broma hace solo un año -Maiden en Lima, por favor....- se hace realidad y deja de ser chiste? Haces como Aldo, un joven diseñador y padre de dos hijos, quien compró su entrada a escondidas de su esposa vía internet y también dos polos para el concierto: uno pirata -Made in Lima- que usa debajo, y uno encima original, importado. O haces como Stefan, casado también, con su hijo de 13 años de la mano. Stefan le compró al niño un polo de Iron Maiden idéntico al suyo, y cuando le pregunto cómo así se animó a traerlo a un concierto en el Estadio Nacional, me dice que lo hace para que su hijo sepa lo que es una banda “de música de hombres” y “para que deje de escuchar esa huevada de Jonas Brothers”.
Agradecimiento a Sandro Mairata de "Quemaropa" - Rock desde la Trinchera


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